Hace ya varios años, tuve un ciber-romance con una chica por el internet, a quien llamaré Megan. Luego de unos meses de conocernos y confesarnos nuestro amor, acordamos una cita. Nunca le pedi una foto actual, tal vez porque tenía la idea de que lo nuestro iba más allá de la atracción física, que era algo secundario como era ella por fuera, cuando yo amaba su interior.
El día de la cita, fui temprano al cine donde nos ibamos a reunir. Me senté a esperarla junto a un joven. Pasaban los minutos, y llegó una chica, muy simpática y guapa. Me pregunté si sería mi amiguita, pero no, ella fue a encontrarse con mi vecino de asiento. Qué suertudo este, ojalá que Megan sea así -pensé- y seguí esperando.
Unos 5 minutos después, empezé a dar vueltas y a buscar alrededor si veía a mi cita, pero nada. Cuando, súbitamente, me tocan la espalda. Me di vuelta y era Megan, preguntando si era yo. Me quedé helado, no reaccionaba, la verdad no era lo que esperaba, sólo estaba callado mirándola. Ella se dió media vuelta, murmurando que se había equivocado y se fue...
Pero tuve el valor suficiente de ir tras ella, debía al menos dedicarle una cita por todo lo que habíamos compartido juntos. Luego en el cine, la miré bien, tratando de encontrar algún atractivo, algo que me gustara de ella, pero fue en vano. Aún así, y para romper el hielo, me acerqué a Megan, pero tampoco mostraba mucho interes.
Salimos y recién ahí reaccionó y me agarró del brazo, como buscando que no la dejara. Pero, yo estaba desencantado totalmente. Caminamos un rato con los brazos enlazados y finalmente nos separamos. Un frio y triste adiós. Hoy, a veces pienso que debimos darnos más chances.
Moraleja: "En la vida real, no existen los cisnes disfrazados de patos"