Anoche tuve uno de esos sueños locos, donde está envuelta Laura, una musa de mi pubertad, en uno de los sitios recurrentes en mis sueños: la casa donde vivía de joven.
Eramos ambos adolescentes, Laura estaba frente a mí, con la puerta de entrada a su espalda, bajo la luz natural del sol en el pequeño patio de mi casa. La veía y ella a mí, durante interminables segundos, me deleitaba con su belleza pura e inocente, como sólo se puede ser bella a esa edad. Yo permanecía inmóvil, hasta que ella se me acerca con una sonrisa hermosa y me estampa un beso en la boca, que me deja sorprendido. Y así nos quedamos, prodigándonos dulces caricias y besos, y luego... sólo el desagradable volver a la realidad.
Lo particular del asunto es que ella existe. Es como mi gemela, ya que nacimos justo el mismo día pero en diferente hora y lugar y porque tenemos cierto lazo que prefiero obviar. Ella me gustó desde el día en que, siendo apenas adolescentes, la ví con un vestido que le quedaba espectacular (era una minifalda para ser específicos). Realmente se me agitaron las hormonas y me quedé viéndola como un tonto, hasta que se llegó a dar cuenta y yo me hize el loco. Pero nunca me atreveré a decirle lo que siento, no por tímido, sino por razones difíciles de superar. Tal vez ella sea mi amor imposible.
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